James Caviezel

Todavía la luz

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Suenan cantos melanesios, acierta Hans Zimmer, mientras un hombre juega con los niños. Está disfrutando de la naturaleza, con la naturaleza. La luz de John Toll, tan hermosa, tan natural, tan espiritual, nos ciega. Sientes el poder del agua deslizándose a través de una hoja. Has atrapado la magia del viento que ondula la hierba en la colina. Sin embargo, no puedes disfrutar de nada de ello. Ya no sientes nada: solo miedo, temor, trauma. De dónde salió este mal. De qué semilla, de qué raíz brotó. ¿Acaso nuestra destrucción beneficia a la Tierra, ayuda a que crezca la hierba, ayuda a que luzca el Sol? Por supuesto que no, responde Terrence Malick. ¿Cómo afecta la guerra al corazón de un hombre, a su alma, a su cuerpo, a su mente? Sean Penn maldice la propiedad. No quiere medallas. Qué sentido tiene todo esto. Acaba de decirle adiós a un hombre que lloraba, que agonizaba. Y no puede hacer nada. Otro soldado, Ben Chaplin, se refugia en el amor: de dónde proviene. Quién aviva su llama. Ninguna guerra podrá apagarla ni robarla. Todas las cosas parecen brillar, aun en la tristeza más profunda. Así lo transmite la tranquila mirada de James Caviezel, el soldado Witt, uno de los mejores personajes de la historia del cine. Su sargento le increpa lleno de amargura, aquejado ya por el dolor: todavía crees en esa luz bondadosa. ¿Cómo lo consigues? Para mí eres un mago. Cree en las personas. Ha visto el horror, la aniquilación. Ha escuchado cañones destruyendo árboles, metralletas arrancando vidas. Ha estado en el otro mundo, perdido en la oscuridad. Pero todavía sigue en este, aquí. Y se despide en mitad de una preciosa escena, reafirmándose: I still see a spark in you.      

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Terrence Malick (1998) The thin red line