Laszlo Kovacs

El desencanto de una generación

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En algún lugar de California se deja llevar Jack Nicholson. Uno de los grandes actores de siempre debuta como protagonista en Hollywood. En su casa, una foto de Kennedy adorna el salón. La nostalgia de Bob Rafelson, quizás. La estampa del protagonista desprende vacío, desolación. Por eso baila en mitad de un atasco. Por eso toca el piano a lomos de un viejo camión. Fue un niño prodigio, sin embargo, su presente está como operario en la refinería. ¿Por qué? Karen Black llora. Brutal personaje. Es la novia camarera: ilusa, despreocupada e inocente. La juventud se despide de ella. Y la ha desperdiciado con un payaso. Él no la quiere, huye de sus caricias. Por eso se entretiene con la primera fulana que se le cruza. La anarquía y la lucidez lo marchitan, mientras la insatisfacción reina en el ambiente: así lo capta la fotografía de Laszlo Kovacs. El espíritu del ’68 martillea a la sociedad estadounidense. No se encuentra cómodo en ningún lugar. Ni siquiera con su familia. Se ha enredado con la minifalda de su cuñada, la arpía de Susan Anspach. Puede que sea su escapatoria, su brújula… no, no va a suceder. Ella tiene un esquema ordenado sobre la felicidad, y piensa seguirlo al pie de la letra. Llora ante su padre. Llora de frustración, de rabia, de impotencia. Se mira al espejo y no se reconoce. Quiere desayunar tostadas, pero ni eso le conceden. Grita y se enfurece: es la mejor escena del film. El american dream se lleva un bofetón en toda regla. 

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Bob Rafelson (1970) Five easy pieces

La épica del desarraigo

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Una niña le dice adiós a su madre. No llora, aunque está triste. Es la expresión que siempre le ha acompañado. No es fácil crecer en los años treinta si vives en Kansas, corazón de los Estados Unidos. Por allí aparece un atractivo joven. Ella lo sabe… es su padre: ¡tienen la misma mandíbula! También lo son en la vida real… RyanTatum O’Neal. Viajan por las carreteras que ofrece la geografía. Melancólica, a este respecto, la fotografía de Laszlo Kovacs. Y sobreviven, salen del paso. El timo se convierte en su forma de vida, qué remedio. Una biblia dedicada, un billete firmado de veinte dólares o unas cuantas botellas de alcohol robadas. Tanto da. Acumulan su pequeña porción de riqueza, mientras granjeros famélicos se cruzan con ellos. Entretanto, oportunas casualidades, las granjas industriales comienzan a levantar su imperio. Démosle dinero, dice la niña. ¿Ayudar al prójimo? Quizás cuando aparezca la buscona de Madeline Kahn. Le pone furiosa. No la traga. Menos mal que habla Roosevelt por la radio. Promete futuro, vende ilusión. Le dibuja una sonrisa a la pobre niña. Ella se fuma un cigarrillo, fantasea con ser mayor. Le hace compañía al desgraciado hombre con el que comparte camino. Se han cogido cariño. Al menos, se tienen el uno al otro. Peter Bogdanovich escribe un capítulo de historia. Y lo hace entre puñetazos, aunque guardando siempre una sonrisa para el final: You still owe me two hundred dollars.

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Peter Bogdanovich (1973) Paper moon