Robert Burke

Amor y otras cosas en Long Island (III)

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Be good to her, and she’ll be good to you.

La novia de Robert Burke no termina de quererlo. Se la acaba de pegar. Por partida doble, además. El amor de su vida lo ha dejado… en mitad de un atraco que él mismo había ideado. Ni chica ni dinero. Está jodido: trouble and desire. Es la tragedia de la vida, cuenta. Con esas aparece por allí su hermano menor, Bill Sage. Busca a su padre, un anarquista revolucionario que lleva 20 años escondido. En el camino acaba de quedar prendado de Holly Marie Combs, sensual colegiala que decide ayudarlo. Tiene un nombre y un lugar. Juntos, los hermanos, se dirigen hacia Long Island. Tienen los bolsillos tan vacíos como su corazón. El mayor dice que se quedará para siempre con la siguiente rubia que encuentre en su vida: pam, Karen Sillas aparece en escena. En su expediente colean más derrotas de las que uno podría imaginar. Al pequeño le hace gracia la rarita de Elina Löwensohn, quiere enamorarse de una puñetera vez. Han alterado, entre los dos, las líneas maestras de un pequeño pueblo de interior. Son los suburbios norteamericanos. Van en busca de su padre y, por el camino, quieren hacer su revolución: propagan el amor romántico. Menudos versos libres escribe Hal Hartley, poeta de la clase trabajadora estadounidense. Llena la narración de náufragos mientras en el ambiente se palpa una extraña naturalidad. Diálogos para enmarcar. Suena Sonic Youth y todos bailan en una escena estupenda. Una de tantas. Los vagabundos de esta narración no dicen nunca «te quiero». Tampoco hay acaramelados besos ni cursis discursos. Basta una mirada. Es cine subversivo, mordaz, romántico. Es muchas cosas más. Y todas son buenas.

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Hal Hartley (1992) Simple men

Amor y otras cosas en Long Island

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– That girl is crazy. 
– I know but I like her.

Robert Burke hace dedo en mitad de la carretera con tal de volver a su hogar. ¿De dónde vienes? pregunta el conductor. La respuesta es contundente a ojos de Hal Hartley: un coche frena en seco, una puerta se abre y un tipo, vestido totalmente de negro, se baja. Acaba de salir de la cárcel. Regresa a la abandonada casa de su padre, en la periferia de Nueva York, en Long Island. Los vecinos pronto recelan de él. Acaba de provocar un terremoto. Él solo quiere arreglar la casa, encontrar un trabajo tranquilo y leer libros durante la tarde. Sin embargo, colean dos asesinatos -su antigua novia y el padre de esta- en su expediente. Una Lolita, la estupenda Adrienne Shelly, además, queda cautivada por la enigmática pose (celibato incluido) del recién llegado. Quiere cambiar el mundo, cosa para la cual empieza dejando al plasta de su novio y termina -gracioso el guionista- posando desnuda como modelo. Te empapas así de las inquietudes (políticas, sociales y culturales) de la clase trabajadora estadounidense. Pero bien, vamos a lo que vamos: ¿Se quieren o no se quieren? Eso es lo que mantiene a flote el film: la química entre los dos protagonistas. Bien definidos, con carácter y personalidad. Sonríes ante la retahíla de rarezas que se levanta enfrente tuyo. No faltan secundarios estrafalarios. Una comedia romántica repleta de frescura, intriga y un agradecido sentido del humor. Firmo ya que el noventa por ciento del género fuera la mitad de bueno.

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Hal Hartley (1989) The unbelievable truth